martes, 30 de julio de 2013

Los estúpidos y el silencio

  ¿Es alguno de vosotros consciente de la cantidad de estúpidos que, constantemente, nos rompen el beatífico silencio a las gentes de bien? Vamos por ahí, tan tranquilos, cuando inopinadamente alguien se empeña en explicarnos (sin requerimiento previo) el porqué del declive de la sociedad occidental o el deambular errático de la cinematografía en España o las inhibiciones sexuales del cangrejo de rio... ¿Realmente todas estas personas tienen una vida tan átona que sienten el deseo compulsivo de escucharse de contino? ¿O será más bien que son tan posesivos que viven angustiados por el ansia de apropiarse indebidamente de nuestra atención? Yo no sé qué ha de ser, pero puedo afirmar, desde mi puesto de sufridor, que el silencio roto es una oportunidad perdida de sentir el paraíso. El silencio que nos roban podría haber sido la antesala del inicio de la teoría filosófica definitiva, o del rescate de un hermoso recuerdo que ahora resultará perdido para siempre. Es, en suma el único espacio realmente íntimo en el que podemos y debemos, de tanto en tanto, encontrarnos con nosotros mismos. Todo esto es lo que nos rompe el supuestamente bienintencionado amigo que, de sopetón, llega y nos pregunta: ¿Te has enterado del último cotilleo sobre la vecina del primo del cuñado del consuegro del paciente de la nieta del presidente de Vayausteasaberdondistán?
    Que la fortuna os aguarde tras la esquina oscura