La acompañaba al levantarse, al acostarse, al comer, al cenar y por supuesto al salir. Al salir a la calle, la terrible calle, llena de extraños que la observaban y la juzgaban, la sentía como un ente que la protegía de todo ataque, de toda intromisión, de cualquier cosa que pudiera dañar su frágil ánimo, su delicado equilibrio.
Que la fortuna os aguarde tras la esquina oscura
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