Hacia el hogar de la progenitora de su progenitora se encaminaba nuestra heroína, cruzando para ello los muy coloridos parajes y barriadas que por el camino se encontraba, cuando desde media distancia la interpeló un agreste aunque alopécico espécimen (calvo, no se me podía ocurrir otra cosa que un lobo calvo), -Eh, tú, rubia.- La llamó; inexplicable ocurrencia pues el cabello de Caperucita era castaño como la madera de... eeeeh... madera. Sorprendentemente la muchacha comprendió que se refería a ella y lo encaró.
Que la fortuna os aguarde tras la esquina oscura
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Aquí podéis sacarme los pellejos